Y llega el esperado bebé. Y el mundo de la pareja se pone patas arriba.
La presencia del bebé obliga la presencia de mamá. Este ser completamente dependiente, exigente, absorbe la menguada energía de la madre. Menguada sí, no solo por el esfuerzo del parto, sino porque con el parto se abren muchas de las heridas emocionales que la madre creía curadas. Pero no estaban curadas, solo olvidadas, silenciadas. Sin embargo, todo lo que no queremos mirar ni aceptar vuelve y ahora se hace visible. Porque el bebé desentierra todas las opciones de maternidad, la madre que tuvo, la que quiso tener, la madre que es y la que quiere ser. Y deja a esta mamá sumida en caos y confusión.
Solo con el tiempo esa madre aprenderá a ser madre, a escuchar y comprender a su bebé. Y para comprender a su bebé debe comprenderse a sí misma, para entender por qué piensa como piensa y actúa como actúa. Solo así podrá tomar las decisiones con libertad y responsabilidad.